sábado, 12 de junio de 2010
Matar a un ruiseñor.
Jem y Scoutt descubriendo los pequeños regalos de Boo Ewell.
Entrañable. Prácticamente tiene las cualidades de una película que crea género. Sus imágenes son minuciosas, se recrean en la niñez, pero desde su punto de vista. Este es su punto fuerte, y de no ser así quedaría en un simple retrato de la injusticia racial de los años del blanco y negro, y como un precedente de la posterior, los de los años en color.
Yo lo calificaría de expresionista. Es una contínua sucesión de situaciones terroríficas, pero absurdas e inocentes, propias de los juegos de los niños en los que todo adquiere un misterio y fábula resonantes. La forma, por ejemplo, en que Bob Ewell se mueve y, sobretodo, cómo lo percibe Jem cuando está solo metido en el coche (yo también tengo un recuerdo de "tren de la bruja" de aquellas veces en que mi abuelo me dejaba "encerrada" en el coche mientras le esperaba), recuerda a la célebre Nosferatu del cine mudo. Así, los chicos aprenden a temer lo que realmente es una amenaza: la sociedad, la realidad sin idealizaciones, con toda su violencia desgraciadamente propia de la que todos somos víctimas, sin importar raza u otra condición, ya que el cazador, el humanicida (haciendo uso del vocablo homicida en un sentido aún más exterminador), debilita la dignidad de la humanidad al completo, no es capaz de atacar tan sólo una de sus facetas.
Memorables interpretaciones de Gregory Peck, como el genial padre Atticus Finch, y del resto del juvenil elenco.
Por supuesto también hay que recalcar su belleza idílica, cque conducen a la infancia en el pueblo y las vacaciones rurales. Resulta inspiradora, insta a participar del mundo del audiovisual, para poder registrar nuevas técnicas narrativas, como debió de hacer esta película en su tiempo. Divertida y amena, incluso podría ser más larga sin perder un ápice del interés que consigue por parte del espectador, encantado con los personajes. Sólo me hubiese gustado conocer más profundamente a Scoutt, pero más que nada por su virilidad, tan simpática.
El mensaje filosófico requiere que sea analizado particularmente, e incluso me tienta la idea de verla de nuevo, pausadamente, (o mejor aún leer el libro de Harper Lee) apuntando todas las ideas que me sugiere, criticando y exaltando las teorías humanistas que dan el impulso total al largometraje. De momento dejo a nuestra respetada Wikipedia en este enlace para que analice la interesante aportación de Robert Mulligan, centrada en la novela.
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