jueves, 2 de julio de 2009

Sueños mágicos


Imágen de la película. Kellyann (la niña protagonista) jugando con sus dos amigos.

En un pequeño pueblo australiano, de esos en los que no te queda otra que conocer a todo el mundo y permitir que te conozcan vive una familia cuyo padre se dedica a lo que la mayoría de los hombres que allí habitan: a la búsqueda del ópalo, una piedra preciosa de gran valor.
Alejada de todos la hija del buscador de ópalos tiene dos amigos imaginarios, algo relativamente común entre los niños, pero que en este caso llega a ser casi esquizofrénico, claro que hay que disculparla pues cuenta con una familia y un pueblo que le siguen el cuento, dejando que la niña llegue a controlarlos casi por completo. Entre tantos perturbados síquicos se encuentra el único personaje más responsable y cuerdo: el hermanito de la niña. Sí, es algo casi imposible de imaginar, pero el único consciente de que su hermana está jugando es el niño.
Un día, el buscador de ópalos acuerda con su hija llevarse a sus amigos a buscar ópalos y a la vuelta la niña descubre que se han perdido y que su padre ha sido un irresponsable con ellos. Así que con martiriza para que vuelvan en mitad de la noche a las minas en las que ha trabajado todo el día. Allí hubo un desprendimiento así que se empieza a pensar que quedaron atrapados. Por accidente el dueño de la mina de al lado piensa que quería robarle y así empieza una trifulca pueblerina en la que la víctima es el permisivo buscador de ópalos.
La niña empieza a ponerse enferma por haber perdido a sus amigos y entonces su hermano se presta para hacer lo que sea con tal de ver bien a su hermana. Hasta bajar a buscar a los amigos imaginarios de ésta entre las ruínas de la mina en cuestión.
La película tiene intenciones de ser tierna, didáctica y un poco poética, pero no lo consigue. Sí que es entretenida y es escalofriante analizar la situación de la niña, sus padres y su hermano. Habría mucha tela que cortar en el tema de los amigos imaginarios y en la educación que le dan los padres a los hijos, entre otras cosas. Es una película que dá qué pensar y que tiene una solución final sencilla.
Si hubiese sido gratis me habría gustado más. Desgraciadamente nos gastamos un euro en alquilarla. Fué una tontería.

Sin embargo la novela (como no) despierta más mi interés. Su autor es Ben Rice y tal vez sea más pintoresca que la película, que tampoco está mal.

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