
En la imágen Bruno Ganz en plena interpretación de Hitler. Menuda responsabilidad interpretar un papel tan explotado e intocable. Bajo mi opinión, aunque no se pareciese tanto, el mejor en este trabajo siempre será Charles Chaplin.
La película es una recreación de los que fueron los últimos días de Hitler dentro del búnker en el que se refugiaba de los rusos. Además de desarrollar perfectamente el carisma del Führer (pronunciado Firer para quien desconozca este hecho) castiga la condescendencia del líder ante el sufrimiento de Berlín y los civiles que hay en ella. Un niño, por ejemplo, lucha hasta el último momento incluso quedando sólo, mostrando así la cara más surreal de la guerra.
Está basada en las memorias de Traudl Junke, secretaria de Adolf, y por ello muestra una imágen cercana a Eva Braun (amante del Führer) y la familia Goebbles, que protagonizó un drama sólo posible entre amantes del nacionalsocialismo.
El largometraje no resulta condensado ni lento pero sí que es un puro retrato, sin mayores recursos artísticos, es un cómo fué todo aquello.
Lo que sí que resulta curioso es que encarna tan bien la personalidad de todos los allí presentes (la caracterización también está muy lograda) que uno ya se cuestiona si fué realmente como dice la película sólo porque lo dice la película o si cabe la posibilidad de que la película sólo fuese fiel a lo conocido por aquél entonces en el año 2004, y por tanto queda la posibilidad de que se cree una nueva versión (que producirá su correspondiente millonada) del final de Hitler y su esposa en Argentina, país al que se cree que huyó tras tramar una farsa en la que se utilizaron dobles para confundir a los rusos inventando el supuesto suicidio. Lo mejor es que gracias a unos documentos parece que el primer destino de Adolf y Eva fué España, lugar en el que residieron unos meses.
O eso nos dicen los periodistas. Démosle tiempo al asunto. Toda verdad, si así lo es, puede ser comprobada y demostrada.
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