Frank McCourt escribe como quería yo escribir cuando era pequeña. Porque escribe como un niño pequeño con conocimiento del sensacionalismo. Nos cuenta en presente su miseria con humor pero sin caer en la comedia fácil. Un retrato vehemente de Irlanda de los años treinta en adelante. Es el libro que merece una película, una segunda parte y una buena banda sonora, pero más comercial que clásica. Que yo sepa tiene segunda parte, Lo es, y película, aunque me he enterado hace cinco minutos. Lo de la banda sonora no tengo ni idea si existirá, pero debería estar impregnada de ritmo irlandés, Billy Holiday, Duke Ellington y Benny Goodman. El libro es un premio a la paciencia y a la rebeldía, es un halago para el propio McCourt, y un regalo para los que se identifican. Sólo censuraría los últimos capítulos adolescentes de la historia, que se ríen de la sexualidad de McCourt. Quitando esto es un libro apto para todo aquél que quiera sacarle partido a unas horas de aburrimiento en el verano, o en cualquier otra estación, por supuesto. Uno de mis preferidos, pero hay que ser tolerante y leerlo esperando encontrar sólo desgracias, eso sí con la luminosidad que trasmite un niño con una madurez superior a la que debería tener. Es la reconciliación clara con el pasado, el perdón y el amor por todo lo que nos hace daño. Es lo que voy a hacer dentro de unos años, perdonarme en una biografía como esta.
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